Durante años, los estudios sobre la Antártida han señalado un proceso constante de pérdida de hielo, impulsado principalmente por el aumento de la temperatura oceánica y la aceleración del flujo glacial hacia el mar. Sin embargo, los datos más recientes revelaron un fenómeno inesperado: entre 2021 y 2023, algunas regiones del continente recibieron tanta nieve que la superficie logró ganar más de 100 mil millones de toneladas de hielo en apenas un año.
Los primeros análisis sugieren que esta tendencia continuó durante 2024, ubicando el balance superficial, es decir, la diferencia entre nieve acumulada y hielo derretido en la superficie, muy por encima de lo habitual. Este incremento se atribuye a patrones climáticos excepcionales que favorecieron nevadas intensas en sectores puntuales del continente.
Pese a lo llamativo de la cifra, los especialistas advierten que esta ganancia no debe confundirse con una recuperación general. Cuando se suma la pérdida de hielo hacia el océano, producto del derretimiento basal y la aceleración de los glaciares que desembocan en el mar, el balance total permanece negativo. En otras palabras, la Antártida sigue perdiendo más hielo del que gana.
Este contraste evidencia lo fácil que puede ser malinterpretar los datos climáticos cuando se observan de manera aislada. La aparente “ganancia” de hielo superficial no compensa la pérdida estructural que enfrenta el continente. Para la comunidad científica, el desafío es claro: comunicar hallazgos sorprendentes sin alimentar narrativas que contradigan la realidad del calentamiento global.