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Inseguridad sin límites: el costo de ser demasiado chicos
Pasó hace unos días. La imagen es conmovedora. Un chico arrodillado en el piso y con las manos en el alto. Es que no estaba jugando. Estaba rodeado por una banda de motochorros armados que le robaron la camioneta a su papá.
Todo un emblema de los casos de inseguridad que ocurren a diario. Y todo un emblema de los chicos que muchas veces terminan siendo víctimas. Y no solo del robo. También del trastorno psicológico que sufre y que después les lleva años poder superar.
Es lo que le pasó Martina, una nena de 9 años que estaba con su papá cuando les robaron el auto a punta de pistola. Pasaron dos años y las secuelas no se le van. “Desde que pasó eso no puede dormir sola”, cuenta Laura, su mamá.
También vive atemorizada a que les vuelva a pasar lo mismo. Tanto que eso repercutió en su rendimiento escolar. No logra concentrarse. “Es que por momentos se angustia y no sabe bien por qué. Todo empezó a pasarle a partir del robo”, agrega Diego, el papá.
Algo parecido le ocurrió a Francisco, de 7 años. Había salido a pasear en moto con su papá, Juan, cuando vivieron una película de terror. Los rodearon varios motochorros, los amenazaron con armas y les robaron.
Al principio Francisco no mostró ninguna señal de que hubiera quedado traumado por la situación. Hasta que unos meses después empezó a tener problemas para dormir solo y empezó a dar señales de algunos ataques de pánico.
“El otro día estábamos en un festejo y apenas escuchó la bocina de una moto se puso pálida del susto. Pensó que nos robaban de nuevo”, cuenta Juan.
Es que a la hora de la inseguridad no hay privilegiados. Ni siquiera los chicos. Más bien todo lo contrario.