El accidente de la central nuclear de Chernóbil, ocurrido el 26 de abril de 1986, provocó una catástrofe medioambiental y causó miles de casos de cáncer.
Sin embargo, 33 años después de aquel suceso, la zona de exclusión es un oasis para muchos animales amenazados: allí viven osos, bisontes, lobos, linces y unas 200 especies de aves. Sencillamente, los posibles efectos a largo plazo de la radiación son menos graves que los daños que provoca la presencia humana habitual, a causa de la caza, la construcción o el uso de pesticidas.
Chernóbil es también un edén para una rara especie de équino que está amenazada: el caballo de Przewalski o caballo salvaje mongol, procedente de Asia Central.
Esta es la única subespecie de caballo salvaje, no domesticada, que queda en todo el planeta. De momento. Estuvo a punto de extinguirse a mediados del siglo XX y, aparte de Chernóbil, hoy solo quedan poblaciones reintroducidas en Mongolia, China y ejemplares en parques zoológicos.
En 2004, los conservacionistas introdujeron 36 ejemplares de caballos salvajes en la zona de exclusión de Chernóbil, cuyos ecosistemas ya mostraban múltiples síntomas de recuperación, en gran parte, gracias a la casi ausencia de presencia humana. En 2008, su población se había duplicado, pero existía el riesgo de que su número fuera demasiado pequeño como para evitar los problemas relacionados con la endogamia.
En esta ocasión, los investigadores han averiguado que las estructuras abandonadas son un recurso excelente para analizar la demografía de estos caballos, anotando datos como la edad, la proporción de sexos, el tamaño de la población o la estructura genética.
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