Córdoba
La Mona Jimenez desembarcó triunfal en el Cosquín Rock
Y este merecido desembarco de Jiménez, tan venerado por la fauna rockera de un tiempo a esta parte, terminó funcionando como un homenaje al recientemente fallecido Héctor “El Perro” Emaides, creador junto a José Palazzo del Cosquín Rock y que en su momento no pudo cristalizar este crossover en el recordado Pueblo Mestizo. El mundo festivalero no estaba preparado por entonces, ahora sí.
Desde temprano la expectativa estaba puesta en cómo se desenvolvería el Mandamás en un festival que saludablemente viene ampliando sus horizontes y en el que los prejuicios parecen haber quedado solo por el lado de algunos comentaristas de las redes sociales.
Esta evidente apertura musical de cabezas y oídos quedó nuevamente demostrada en esta jornada con más de 40 mil personas: esos pibes y no tan pibes que corearon las canciones del colectivo soulero NAFTA, también bailaron con el dúo de electrónica de tintes latinos Boombox, luego poguearon con Divididos y Las Pelotas y terminaron a puro agite con el tunga tunga de Jiménez. El periodista de La Voz Andrés Fundunklian cierra su columna con una sentencia que auspicia un tiempo distinto en el Cosquín Rock: “Algo ha cambiado, y para bien”
Es cierto que cuando comenzaba a caer el sol y La Vela Puerca entraba en la recta final de su celebrado show en el escenario Norte y Páez hacía lo propio en el Sur, el ingreso de un público más “monero” se hizo notar en el predio. Igualmente, no fue lo multitudinario que se hubiera pensado de antemano: el reciente Festival Bum Bum y la complicadísima situación económica, sin dudas fueron determinantes en esa convocatoria.
Eso sí, el “Soy Jiménez” se escuchó con fuerza en los largos minutos previos a la salida del ídolo apenas pasada la medianoche y el marco era ideal. El cordobés inflaba su pecho y con orgullo le explicaba al foráneo lo que estaba por suceder. No era para menos, por primera vez un artista de la provincia era encargado de cerrar un Cosquín Rock y encima, se trataba del indiscutido número uno.
Como era de esperar, La Mona salió a tirar toda la carne al asador. Tras un arranque con algunos problemas de sonido (en el comienzo con Seguí en carrera casi no se escuchó su voz), luego sí todo explotó para Amor secreto (Eeellaaaa) y Tinta china.
“Espero que lo disfruten, es el momento”, tiró un Jiménez encendido como reafirmando el histórico contexto hasta para sí mismo, mientras revoleaba la campera de cuero con la que había salido bien lookeado para la ocasión.
Sonó un himno, El Federal, y también comenzó otro de los rituales: el instante de conexión único que genera La Mona leyendo las banderas, las remeras y hasta poniendo en palabras ese maravilloso lenguaje de señas que él mismo inventó hace un largo tiempo y sigue sumando nombres de barrios y ciudades a su decálogo. Si hasta les explicó cómo hacer el gesto que identifica a su lugar a un grupo de rosarinos que se iba contagiando de esa energía imparable que se desprendía del escenario.
Después de un primer cambio de vestuario (una musculosa fucsia a tono con las visuales para Ramito de violetas), el cantante desplegó toda su destreza para el baile en un clásico momento al ritmo de su ala percusiva, ayer liderada por Bam Bam Miranda y hoy integrada por varias mujeres. A esa altura, el éxtasis era total.
“Tiren despacio la fruta y más si es esta fruta”, disparó luego ya caminando sobre la pasarela que parecía hecha a su medida y mientras pelaba y le daba un mordisco a una banana, en otro momento que el público ajeno al cantante cordobés no entendió demasiado, pero festejó con sonrisas cómplices. “¿Hay cuarteteros che?”, arengó acto seguido antes de la celebrada Muchacho de barrio.