Portada  |  19 mayo 2021

Hace 35 años intentaban el magnicidio de Alfonsín en terrenos del III Cuerpo del Ejército

Habían pasado 150 días desde que la justicia argentina, en un proceso judicial sin precedentes, condenara a las tres primeras Juntas de Comandantes que asolaran el país entre 1976 y 1983. El presidente radical visitaba el feudo del jefe de la represión ilegal en Córdoba, Luciano Benjamín Menéndez. Solo el azar permitió al Jefe del Estado zafar de los dos kilos y medio de trotyl que lo harían volar por los aires.

Córdoba

Todo estaba dispuesto en esa gran unidad de batalla aquel 19 de mayo de 1986 para recibir al Presidente, su ministro de Defensa y al Jefe del Ejército. El III Cuerpo de Ejército de Camino a La Calera hervía de furia por los juicios y condenas que había hecho caer sobre las Fuerzas Armadas una justicia ejemplar, la que recogía en sus despachos la voluntad política de Raúl Alfonsín: encontrar a los responsables máximos de la carnicería desatada sobre el pueblo argentino durante la dictadura militar. La prensa de la época hablaba de pintadas en las inmediaciones del cuartel, con agresiones hacia el presidente y sus colaboradores.

El ejercicio militar que iba a supervisar Alfonsín, en su calidad constitucional de Comandante en Jefe de la Fuerzas Armadas, tenía como escenario el terreno próximo a la torre de entrenamiento conocida como La Mezquita. Sin que nadie lo advirtiera, el magnicidio estaba en marcha. Manos criminales habían instalado debajo de una alcantarilla sobre la que debía rodar el vehículo presidencial, un proyectil de mortero de 120 mm con 2 kilos y medio de trotyl adherido al mismo, al modo de los tanques de combustible de los vehículos lanzados al espacio. Su capacidad de daño quedaría confirmada en las pericias posteriores, bajo la investigación abierta por el entonces Juez Federal Miguel Julio Rodríguez Villafañe.

Como signo de época y presagio de muerte, la oficina del senador peronista por Catamarca, Vicente Leónidas Saadi, había volado por una bomba. Otros 9 artefactos habían estallado en comités radicales, y apenas unas horas antes del viaje presidencial a esta ciudad, una potente bomba sacudía a Rosario.

El azar salva al país de una tragedia, en ese amanecer democrático. Los hechos: al momento del ejercicio militar que contaba con la supervisión de Alfonsín, un efectivo de la policía provincial es presa de una “urgencia” de su vejiga. Sigue el relato el ex Juez Rodríguez Villafañe: “Bajó a orinar a la alcantarilla porque no había un solo árbol o montículo de tierra que lo ocultara” para hacer sus necesidades. En esa mañana “el sol le reflejó el ´culote´del proyectil en los ojos”… cuando se agachó para ver qué era lo que lo cegaba al reflejo del sol, el policía se encontró con la bomba, lista para ser detonada. La casualidad y no la gestión preventiva de la Casa Militar de entonces (a cargo de la seguridad presidencial) permitió al político radical salvar la vida.

Rodríguez Villafañe recuerda esas horas en que le cupo la responsabilidad de encontrar a los responsables: “Yo no sabía quién me respondía, en alguien me tenía que apoyar para investigar, y lo hice en la policía de Córdoba. Ordené a los medios todo el material de prensa. No lo que se publicó, sino todo, hasta el material descartado; buscaba algo, alguna imagen que ayudara a detectar a alguien escondido. No encontré nada; no pude adjudicarle a nadie responsabilidad penal por el hecho. Lo que sí quedó claro es que esa bomba esperaba ser detonada, estaba activa, y La Mezquita era el mejor lugar para observar” la secuencia del atentado.

El expediente por aquel intento de acabar con la vida de Alfonsín, y su comitiva, está archivado, sin nadie pagando consecuencias, pese al esfuerzo del Juez que “entraba a despacho a las siete de la mañana y me iba a las 12 de la noche”… pero no alcanzó, el atentado sigue impune 35 años después.

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