Portada  |  08 abril 2022

Albañil busca ser reconocido como hijo de un millonario mendocino, dos ADN lo avalan

Marcelo Urbano fue detrás de su identidad a la temprana edad de 12 años. Tiene 58 en la actualidad y pudo acreditar con dos estudios genéticos (ADN) que su padre es el millonario bodeguero que siempre lo desconoció.

Córdoba

El humilde trabajador de la construcción señala que, conforme iba creciendo, se hizo más necesario conocer su origen biológico, nunca dejó de preguntar al respecto. Su vida en Villa de Soto, departamento Cruz del Eje, Córdoba, no fue fácil, debió trabajar desde chico para sobrevivir, obligación que le impidió ir a la escuela.

Eduardo Lapania - padre del albañil, según los dos ADN - es presidente de Bodegas “Don Cristóbal 1492”. Su firma posee 145 hectáreas al este de Mendoza y exporta el 85 de su producción a 15 países de Europa, Asia y América. La bodega comenzó en el año 1997 con la compra de un viñedo en Mendoza; después, en el 99 y los 2000, se compraron los otros dos; los nombres de las unidades productivas son más que elocuentes al respecto del orgullo europeo de Lapania: La Niña, La Pinta y Santa María.

Marcelo Urbano, el albañil que insistió de pequeño en conocer su procedencia, podría heredar el 33 por ciento de esa riqueza en caso de prosperar la demanda. Por lo pronto, la demanda por “daños y perjuicios” se cifra en unos $200 millones. “Me despreció toda la vida”, dice sobre el hombre que hoy tiene 85 años.

Su mamá murió muy joven a causa de una enfermedad. Antes del triste desenlace, le dijo que su papá es Eduardo Lapania. Asegura Urbano que  su mamá tenía 19 años cuando quedó embarazada por uno de los hijos del dueño de la casa en la que trabajaba como empleada doméstica. “Fue una relación sin consentimiento”, aseguró Urbano. Por este hecho, la despidieron.

A los 21 años, se reunió por primera vez con Lapania en un bar de Buenos Aires. Pero le negó el vínculo. Desde entonces, inició el reclamo por vía judicial, se realizó dos ADN que dieron positivo y, según la resolución de un juez, “debe llamarse Marcelo Omar Urbano Lapania”.

El relato de Marcelo es fluído y convincente: “Vengo desde muy pequeño buscándolo. Él se negaba. Por medio de una hermana conseguí su número, que me negaba que era mi padre porque él había estado 10 años en Europa, pero cuando dije quién era mi madre ella accedió a darme el teléfono. Me reuní con él en Buenos Aires cuando yo tenía 21 años y él niega ser mi padre. Después hicimos un ADN me da el 99 99,7 y el segundo 99,99 9.6.5″.

“A la conciliación no se presentó él. Es muy difícil que con dinero se tape todo el daño que se hizo. Yo no tengo ni siquiera el primario yo soy prácticamente analfabeto porque trabajé desde muy pequeño en el campo de peón rural, fui albañil, fui hasta cartonero y ahora mis abogados dicen que, hasta tanto me declaren heredero de su fortuna, necesito una remuneración económica por los daños y perjuicios que ha ocasionado”, explica Marcelo.

Sobre las diferencias de vida que mantuvieron con quienes serían sus hermanos, comenta: “Yo tengo mi hermano que habla cuatro o cinco idiomas, hizo cursos en Harvard. Yo iba a una escuela en un burro. De Paso Viejo, 10 km para adentro. Era un paraje de dos casas donde yo vivía. No me quejo, tuve una buena abuela, unos buenos tíos. Siempre me preguntaban por qué eran todos morochos y yo blanco. Nunca se acercaron a mí. Lo choqué por última vez en el segundo ADN, en el primero también lo ví pero no tuvimos roce”.

Mientras la justicia se toma el tiempo para resolver la situación parental planteada, él ya tiene muy claro qué es lo que haría con esa fortuna: “Yo tengo cinco hijos, dos varones y tres mujeres. Un hijo es cantante folclórico, una hija que está haciendo el curso de policía, otro hijo es changarín como yo, otra hija que vive conmigo. Sinceramente sé lo que haría: cambiar la vida de mis hijos y mis nietos porque yo estoy de vuelta en esta vida”.

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