En mis recuerdos conservo una imagen, de algún domingo en la Quintana.
Estoy en el quincho de mis nonos y mi nona Ester sostiene entre las manos una gran bandeja con muchos zapallitos extraños, claro que yo era una niña.
Su fuerza y concentración en la preparación del almuerzo para toda la familia me producía una gran admiración. Sin embargo, había un problema, no me gustaban los zapallitos…
¡Y estos se veían hermosos! Pero yo creía que no iba a funcionar.
- Debes haberlos comido fríos… Me dijo.
Y sin nada de importancia sobre el asunto, agregó:
- Fríos a mí tampoco me gustan. Inteligente manipulación luminosa.
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