Sus calles empedradas se enarbolan de casonas de adobe erigidas sobre angostas veredas.
Aún se sostienen los abatidos muros de la primigenia capilla de 1700. Y a su lado se destacan las cúpulas de la Iglesia Nuestra Señora del Rosario.
En su interior se aprecia la figura del Cristo Articulado, las pinturas del artista Martín Santiago y reluce el maravilloso tabernáculo tallado en las misiones guaraníes jesuitas del Paraguay, que perteneció a la Compañía de Jesús y luego a la Catedral de Córdoba.
Las farolas, las mayólicas, sus esquinas retratadas en famosas pinturas, sus historias relatadas en populares poemas… todo conforma la magia especial de Villa Tulumba.
Desde las tierras altas, el Cristo de los Granaderos rinde honor a los soldados del General San Martín, especialmente al tulumbano José Máquez que perdió la vida en la batalla de San Lorenzo. El sol tibio del ocaso se posa en estas históricas tierras. El Norte de nuestra Córdoba cautiva una vez más.
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