En la escuela, casi ningún compañero sabía sobre su familia, por eso vivió una infancia- a sus ojos- lejana de la exposición extrema. No recuerda haber sentido ningún peso por la fama de sus padres, sino que al contrario, guarda en su memoria puro aprendizaje. Percibe el trabajo de ambos como intenso y apasionante, pero por sobre todo aleccionador. La disciplina de Adrian y la frontalidad y esfuerzo de Araceli han sido sus manuales principales. Tal es la admiración, que desde chico siempre quiso dedicarse a la actuación, a demás de su interés por la biología.
Agradece la libertad con la que creció, y la toma como aliada. Suar, por ejemplo, nunca le llegó a prohibir o aconsejar que no acepte cierto trabajo, sino que siempre intentó que camine por su cuenta, que tome sus propias decisiones, que tropiece y se levante. “Nunca me cargaron ninguna mochila”, recuerda.
Aprendió a vivir con críticas no constructivas por ser “hijo de”, principalmente en redes sociales. Sabe que siempre recibirá comentarios llenos de prejuicios, pero intenta que no le afecten. Es más, llega a tomarlos con humor.
A pesar de las múltiples miradas, Toto no pretende alejarse de quien es. Lejos de ocultarlo, está orgulloso de ser “hijo de” y encara sus propios proyectos con libertad, de forma descontracturada y divertida. Con un bagaje lleno de lecciones y ejemplos. Agradecido.
AGRADECIMIENTOS:
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Sergio Miyagi- Director de Prensa del Jardín Japonés.
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