María Silvia Maggi y Rodrigo Galíndez se conocieron en 1997, decidieron casarse siete años después y lo hicieron en una fecha impensada para muchos: un martes 13. “La tomé porque la idea era casarnos en un lugar tranquilo, sin gente. Desafiamos los cánones que estaban establecidos y nos casamos un martes 13. Para completarla, la iglesia fue el 17, la desgracia. Ya que vamos a tomar riesgos, los tomemos bien”, contó Rodrigo. El número 17, asociado históricamente con la mala suerte en la cultura italiana y popularizado por el dicho "la desgracia", fue su segunda apuesta al amor sin supersticiones.
“No hay supersticiones en esta pareja. A mí la fecha no me importaba, yo me quería casar. Lo que sí no sabía es que me iban a hacer notas, me enteré cuando ya estaba todo listo”, agregó Silvia, entre risas. Desde entonces pasaron 21 años de casados y 28 en pareja. “Se puede decir que un martes 13 trae suerte, a nosotros nos trajo suerte”, dijo ella.
Rodrigo asegura que no están sorprendidos por el camino que compartieron, y agrega: “Sin dudas el país siempre fue duro y difícil, pero nada distinto a cualquier situación de otras parejas u otras realidades de otros países. Siempre con el mismo amor, entonces es más fácil llevar todo adelante”.
Se conocieron porque vivían cerca. Silvia recuerda: “Donde vivía él, había una parada de colectivo y yo vivía a dos cuadras. Él me veía, yo no sabía. Un día me entrega un sobre, cuando lo recibo, pensé que era una publicidad. Ahí me doy cuenta de que era un poema que me había escrito”. Él se define como romántico, y ella lo reafirma.
Tienen tres hijos: Cala, de 26 años; Paloma, de 22; y León, de 18. La historia de su boda quedó marcada por anécdotas familiares que todavía circulan. “Siempre queda como anécdota familiar el hecho de que nos hayan sacado en el periódico o hacernos una nota, queda en el recuerdo familiar”, contó Silvia. Aquel día, el más calurooso de abril, tenían planeado servir humita. “Nos morimos de calor”, recordó.
La ceremonia religiosa fue en la capilla del Camino a Falda del Carmen. Rodrigo relató: “Ella se cambió, yo me cambié, y a mitad de camino me dice ‘me olvidé el ramo’. En la casa ya habían cerrado todo, no me quedó otra que saltar la tapia de traje. Había unos perros de mi abuela en el patio que no me reconocieron, fue un desastre. De casualidad me salió todo bien, pude sacar el ramo porque estaba en el patio”.
Silvia también se olvidó de tirarlo: “Nadie me hizo acordar y me olvidé. Me quedó de recuerdo”.
“Casi toda la familia es como nosotros, de desafiar o de no llevarle el apunte a estas cosas”, resumió Rodrigo. “Fuimos contra todo pronóstico”, concluyó.
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