Nayla padece epilepsia refractaria y, a pesar de su formación y experiencia, no consigue trabajo. Tras una búsqueda intensa y sostenida, la respuesta que recibe siempre es negativa, lo que la lleva a sentirse discriminada.
Fue despedida en tres ocasiones de distintos call centers, aunque solo en una de ellas recibió la indemnización correspondiente. Hoy vive como puede y sigue buscando empleo, incluso en modalidad remota. Es técnica en bromatología, pero, pese a su capacitación, no logra que le den una oportunidad laboral.
La mujer, de 29 años, comentó que cuando en las postulaciones no menciona su diagnóstico de salud, suele ser contactada. Pero si lo informa desde el inicio, no recibe respuesta. Además, denunció que incluso fue expulsada de un gimnasio, lo que suma otro episodio de exclusión en su vida, "me dijeron que asustaba a los clientes", comento.
Yo no quiero pensiones, quiero un trabajo digno, con aportes, y tener obra social para mi familia. Solo busco estar integrada en el sistema laboral, expresó.
Finalmente, recordó con dolor uno de los momentos que le tocó atravesar:
“Lo que más me dolió es que ni siquiera aguantaron el período de prueba. Directamente me dijeron: ‘Nayla, no vengas más’.”
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