Nora tiene 84 años y asegura que el trasplante que recibió hace dos décadas marcó un antes y un después en su vida. La operación fue el mismo día de su cumpleaños, lo que para ella significó un nuevo nacimiento.
Previo al trasplante, su salud estaba deteriorada. "Trabajaba mucho, estaba bastante entrada en peso y estaba cansada todo el tiempo", cuenta. Su cuadro se agravó con síntomas que fueron creciendo en intensidad: "Un día empecé a tener mareos, caídas, me faltaba el aire, hasta que un día me caí redonda en la calle". Tras varios estudios, en la clínica le informaron que necesitaba un trasplante de corazón. "Yo estuve dos años en lista de espera", agrega.
Con su nuevo corazón, Norita, como la llaman ahora todos, comenzó a participar de actividades físicas como tejo, marcha o bowling. "Siempre me dijeron Nora, ahora todo el mundo me dice Norita, los médicos, todos", dice entre risas, y luego se justifica: "Se ve que es porque me estoy poniendo vieja".
Una organización llamada ADETRA (Asociación de Deportistas Trasplantados de la República Argentina) llegó desde Buenos Aires para invitarla a formar parte de competencias. "Me preguntaron si quería ir, me preguntaron qué hacía y les dije 'caminar'. Ahí empecé", recuerda sobre el inicio de su vínculo con el deporte.
Cuando le preguntan si siente algo especial al tener otro corazón, responde: "Al principio mis amigas me preguntaban y yo les decía que no me cambiaron la cabeza, me cambiaron el corazón, es un órgano". Aunque admite que hay una parte emocional que también se moviliza: "No sentí nada nuevo, pero pasa la parte emocional".
Hoy, a sus 84, mantiene la vitalidad y el sentido del humor intactos. Dice que la clave está en "trabajar, ser muy familiera y tener esperanza". Y deja un mensaje para toda la sociedad: "Hay que decirle a la gente en general que tienen que donar, donar es dar vida".
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