Candy Roldán es la madre de Marco, el joven que desapareció el 6 de enero de 2013 en una travesía por el cordón del Cochiguaz, en la cordillera chilena.
Desde ese momento, la mujer divide su vida entre Argentina y Chile: asegura que pasó tres años mirando al cerro.
En un nuevo segmento de “Mujeres contra la corriente”, Candy confiesa que la vida nunca fue benévola con ella y que siempre todo fue muy duro.
La peor noticia llegó el 9 de enero, cuando le informaron que su hijo estaba desaparecido hace tres días en las montañas y que no daban con él.
“Es una cosa que seguramente que la persona que lo vive puede dimensionar lo que significa perder así a un ser querido, que desaprecio, como si se lo hubiera comido la tierra”, gráfica.
Mario, el amigo que estaba con Marcos en el viaje, no quiso preocupar a la familia y decidió demorar lo que estaba sucediendo en Chile, ya que aseguraba que era cuestión de tiempo la aparición.
“No encontrar nada, no saber nada, pensar que estaba en una grieta, en una mina, y desesperados, porque no tenía agua ni comida”, dice la mujer sobre el escenario que habría enfrentado su hijo.
Desde ese momento, admite que “la vida no fue prácticamente vida” y que, cada día, espera el milagro de la aparición de Marco.
“Toda mi vida fue contra la corriente. Los momentos más terribles fueron esos primeros días, y lo sigue siendo. Mientras no aparezca Marco, el hecho de ver que la justicia es lenta, es como que no le importa mucho lo que pasa”, señala la mujer.
Respecto a sus días, cuenta que hay días en lo que está mejor y otros en los que necesita descargar, llorar y empezar de nuevos.
“Hay días que no quisiera estar. Después pienso en que le prometí a Marco encontrarlo. Y eso me da fuerza para seguir en la búsqueda. Y tengo que cumplir mi promesa, no sé cómo”, expresa.
Por último, Candy concluye: “Esto es remar contra un mar de incógnitas oscuras, sin saber qué hacer, adónde ir. Todos los días en algún momento espero que Marco toque la puerta de mi casa”.
Marco y Mario se sumaron a la travesía con Frédéric Deltour, un francés con experiencia en montañismo a quien habían conocido en ese lugar el día anterior.
Comenzaron el ascenso los tres, pero cerca del mediodía, Mario Olivera, quien se sentía cansado, decidió volverse al campamento.
El último en ver a Marco fue el mochilero francés, quien regresó al campamento diciendo que el joven había decidido continuar el recorrido solo. Desde ese momento no se supo más nada.
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