Portada  |  03 mayo 2025

Legado Jesuita en Córdoba: Las campanas históricas de la iglesia de la compañía de Jesús

Las antiguas campanas, testigos de la historia colonial y la vida académica, siguen resonando en la ciudad años después de su creación y del paso de figuras como el Papa Francisco.

Córdoba

En el corazón de Córdoba, la iglesia de la Compañía de Jesús guarda un valioso legado del pasado jesuítico, entre ellas, dos campanas coloniales de gran significado histórico. Estas piezas, fundidas en las Misiones Guaraníes en el siglo XVII y principios del XVIII, permanecen en el campanario del templo, que forma parte del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2000.

Una de ellas, de 1637, es considerada una de las reliquias más valiosas de la historia colonial argentina; adornada con motivos tradicionales, inscripciones en latín y una imagen de la Virgen con el Niño, fue traída desde Paraguay y Corrientes en carretas tiradas por bueyes. La otra, de 1716, lleva el nombre de San Francisco Javier y comparte técnicas de fundición con la anterior, demostrando la transmisión de habilidades jesuíticas a las comunidades originarias.

Además, en el mismo campanario, se encuentra la campana universitaria, de 1750, que sirvió para llamar a los estudiantes de la Universidad fundada por los jesuitas. Con un diseño austero, fue instalada en Córdoba para marcar el ritmo académico durante casi 200 años, incluso tras la expulsión de los jesuitas y la posterior nacionalización de la institución.

Por último, la campana más grande, fundada en Buenos Aires a finales del siglo XIX, destaca por su tamaño y por los relieves religiosos en bronce, siendo una obra artística y funcional que aún resuena en celebraciones como la Pascua.

Gracias a la colaboración del Archivo Histórico y a la gestión del Hermano Jesuita Carlos Gauna, hoy se pueden apreciar estas reliquias en su estado actual, reafirmando el vínculo entre la historia, la arquitectura y la fe que perdura en Córdoba. La iglesia, construida entre 1640 y 1676, con su estructura en cruz latina y detalles en madera dorada, continúa siendo un símbolo vivo del legado jesuita en la región.

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